Para completar su look, Débora lucía una corona de flores de tela, de Love Story Novias que le daba un aspecto romántico y muy dulce. Desde pequeña Débora ha tenido una bonita melena que ha lucido gran parte de su vida. Es como su seña de identidad, y en su boda decidió volver a lucirla, peinada con ondas por las manos de Eva Mariñosa quien también la maquilló.
Débora y Palen, celebraron su boda boho chic en Soto de Bruil en Alfajarín (Zaragoza), un espacio ideal para la celebración de cualquier boda o evento, rodeado de cipreses centenarios, que consta de más de 20.000 metros de jardín.
Los novios celebraron su ceremonia nupcial en el precioso jardín de la finca. Decoraron el pasillo con cestos de mimbre con flores blancas. En el altar, un banco de forja, algunos muebles rústicos y un busto, completaban el resto del atrezzo de esta boda, que con tanto cariño decoraron la familia y amigos cercanos de la novia.
Las instantáneas de esta preciosa boda fueron captadas por el objetivo del fotógrafo aragonés Álvaro Calvo y por una amiga de la pareja también fotógrafa: Pilo Gallizo.
La novia entró radiante del brazo de Pedro, su padre, al que también se le veía muy ilusionado, llevándola hasta al altar, donde esperaba expectante Palen. Sin embargo, momentos antes del tradicional desfile hacia el altar, fue precisamente Pedro, el padrino, quien protagonizó una de las anécdotas más estresantes de esta boda.
La ceremonia se celebró en una finca que está situada a unos 20 km de Zaragoza. La familia de Débora había acudido a la finca temprano por la mañana para vestirse todos allí y poder realizar algunas fotos previas a la boda. Cuando ya faltaba poco para la ceremonia y todos se estaban arreglando, Pedro descubrió que los pantalones de su traje no aparecían por ninguna parte… ¡Se los había olvidado en casa!
Los nervios cundieron en la familia. La novia llegó a decirle a su padre que saliera con los que llevaba puestos (unos viejísimos) porque dada la hora que era no quedaba otro remedio (imaginaros la tensión que había en el ambiente). Y es ahí cuando apareció en escena Alberto, el tío de la novia, o más bien el superhéroe de ese día, quien se ofreció a ir a buscarlos a casa de los padres de la novia. Super Alberto puso en marcha su coche y pisó el pedal a tope para realizar los 40 km de ida y vuelta que separaban a los pantalones del padrino.
Para colmo, cuando Alberto se disponía a realizar la hazaña de la jornada, comenzó a llover, con lo cual pensaron en realizar la ceremonia en una de las salas de la finca en vez de los exteriores. Todo había sido decorado con cariño y detalle para realizar la ceremonia en el jardín de la finca. Sin embargo, faltaba poco para la hora acordada en la invitación y teníamos un padrino sin pantalones y una boda en exteriores frustrada.
Sin embargo, el milagro ocurrió. El tío Alberto llegó a tiempo con los pantalones del padrino después de un super sprint en la carretera, y justo cuando llegó, la lluvia se disipó y comenzó a salir el sol de nuevo. Así que finalmente, después de estos dos sustos iniciales, todo transcurrió con la normalidad de un feliz día de boda.